Reflexión sobre Bartleby el escribiente de Herman Melville – Juan Enrique Presedo

 

Me gustó este cuento singular que describe a un personaje extraño, cuya alma tal vez haya  muerto, estando el, aun en vida. En una clase anterior, de la materia Cuentos norteamericanos, que cursamos en la Universidad de Hurlingham, con el Profesor Juan Diego Incardona, hablando sobre la historia de este cuento, alguien mencionó que a todos nos gustaría tener un trabajo como el de Bartleby, y entonces recordé una anécdota que alguna vez contó Luca Prodan, cuando le dieron de baja en el servicio militar de su país de origen, Italia, y el empleado le advirtió que si le ponían INUTIL PARA TODO SERVICIO en su documento de identidad, nunca mas iba a poder ejercer un cargo público de empleado, y que Luca se alegraba de ello, y no lo veía como algo malo, sino todo lo contrario. Y es que hay seres extraordinarios que cuestionan  las normas y valores de la sociedad burguesa, como Bartleby, Luca, y también me permito mencionar a otro ser rodeado de misterio y soledad, como los dos anteriores, Ramtés, el inolvidable protagonista de la película argentina, dirigida por Eliseo Subiela, Hombre mirando al sudeste, y que comparte con el amanuense del cuento, esa especie de autismo y ensimismamiento, de terrible soledad, tristeza e incomprensión, y son como columnas incólumnes, de monumentos en ruinas.

Muchos seres humanos son como islas inabordables, como insondables agujeros negros, atrapados en sus propias tragedias desconocidas para los demás, como seres perdidos en laberintos, prisioneros de cárceles invisibles, o fugados a dimensiones a las cuales no podemos llegar, que deciden hundirse en pantanos de locura, sin que nada ni nadie los pueda salvar, rescatar, ni redimir. Seres como estrellas apagadas, cuya paradójica luz nos sigue llegando, como fantasmas de nuestra memoria. Hay seres heroicos que se niegan a adaptarse, a caer en la absurda máquina trituradora de carne, constituida por el sistema capitalista y se niegan valientemente, a ser un engranaje más, de esta máquina deshumanizadora y alienante, cuyo hálito de muerte, destrucción y sinsentido es capaz de matarnos en vida, y de disecarnos el alma.

¿Quién es el loco y quién el cuerdo, en esta sociedad donde todo está patas arriba?

Postulo entonces la validez de la frase: “-Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos”, del célebre cantautor de Sumo, que supo poner el dedo en la llaga de ésta hipócrita sociedad. O de aquella otra que canta el grupo Divididos: “¿Qué ves, que ves cuando me ves, cuando la mentira es la verdad?”

Esos seres son como exóticos diamantes que brillan con un extraño fulgor, y la luz que emiten, tal vez sea la clave del enigma, la llave que abra una puerta secreta, y que nos permita el privilegio de atisbar la maravilla, apenas un reflejo del resplandor de la plenitud inefable.

 

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